Parece que una vez más la ciencia ficción se convierte en la antesala de la realidad. En 1941 Isaac Asimov escribió a propósito de un sistema de generación energética que tomaba la luz del sol y la mandaba a la tierra. Hoy, la Agencia Espacial Europea (ESA) es quien ha tomado el testigo de la idea y se ha puesto manos a la obra.
La energía solar tomada desde el espacio tiene múltiples ventajas. Sin duda las más importantes son su gratuidad y la fuente ilimitada. Sin embargo comporta también otras desventajas, como lo es su costosísima infraestructura y los retos atmosféricos. Del resultado de este estudio de la ESA puede depender el que se otorgue preponderancia a unos argumentos sobre los otros.
Solaris, el proyecto más ambicioso de la Agencia Espacial Europea
En noviembre de 2022 el Consejo de la Agencia Espacial Europea otorgó su respaldo al bautizado como Proyecto Solaris. Éste estaría basado en la tecnología conocida como Space-Based Solar Power (SBSP por su siglas en inglés), la cual lleva en mente de los científicos desde hace más de medio siglo.
De hecho, las primeras investigaciones oficiales con tecnología SBSP que llevó a cabo la NASA datan de 1970, mientras que la Agencia Espacial Europea hizo lo propio en 1979. Sin embargo, no ha sido hasta décadas recientes, gracias a los enormes avances en la producción y desarrollo de las células fotovoltaicas con el boom de las renovables.
Según indicó la ESA en su comunicado oficial:
“El objetivo de SOLARIS es preparar el terreno para una posible decisión en 2025 sobre un programa de desarrollo completo estableciendo la viabilidad técnica, política y programática de la energía solar basada en el espacio para las necesidades de energía limpia terrestre.”
Cabe señalar que el proyecto Solaris no sería una ejecución definitiva, sino un preámbulo que en sí va a estudiar la viabilidad de una apuesta plena por este modelo energético. Implementar una red de generación de SBSP requiere una inversión milmillonaria, y el presupuesto de la Agencia Espacial Europea no puede permitirse el lujo de quemar recursos en algo que no consideren factible.
Pese a todo, en el informe de presentación de Solaris, la ESA se muestra optimista acerca del coste/beneficio:
“Si bien es cierto que existen retos de ingeniería y de otro tipo que deben superarse, el mayor obstáculo siempre ha sido económico y de costes, debido al coste históricamente elevado de los equipos espaciales y del acceso a la órbita. Sin embargo, esta situación está cambiando rápidamente y los avances que se están produciendo a nivel internacional sugieren que existen vías creíbles para lograr unos costes de desarrollo y lanzamiento de equipos lo suficientemente bajos como para que el SBSP sea económicamente competitivo con otras fuentes de energía como la nuclear y la hidroeléctrica en un mundo cada vez más desesperado por encontrar fuentes de energía limpia, asequible y escalable.”
No así, personalidades como el dueño de Tesla y también CEO de SpaceX, Elon Musk, consideran la propuesta un absoluto despilfarro.
¿Y si nos apoyamos en la Luna?
Dados los retos de almacenamiento y transmisión de la energía, una de las variables que se ha contemplado ha sido la de utilizar la Luna como trampolín. Este satélite podría servir como banco de pruebas y además posee varios elementos a su favor.
En primer lugar, la Luna no cuenta con una atmósfera ni una nubosidad como sí tiene la Tierra. Eso hace que la transmisión sea mucho más sencilla por requerir menos intensidad energética.
También debemos de contar con el factor distancia. Resulta más sencilla la instalación de un dispositivo de producción en la órbita lunar que en la órbita terrestre.
Ya por último aunque no menos importante, conviene indicar que la conexión de la Luna a un sistema de generación energética constante e inacabable sería la primera piedra para el establecimiento de bases permanente en el satélite.